martes, 3 de noviembre de 2009

El "ennui". El gran ennui, a partir de Steiner y Chejov.


Como muchas cosas que llegan a nuestra manos por casualidad o curiosidad, a las mías llegó un libro: En El Castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. También llegó una obra de teatro: Tío Vanya de Chejov, pero no como montaje teatral, si no en una maravillosa versión cinematográfica: Vanya on 42nd St


La idea era relacionar una lectura con otra y añadirle lo que consideramos es la situación del país.
Mi conclusión: el tedio y la desidia nos mata. No queremos pensar. Y ese no es el camino. Eso es la nada y la nada es la verdadera muerte, a la que tememos aunque nos creamos temerarios y valientes. La vida está en nosotros.

Acá. Aquí. Ahora

Ennui,boredom, lamgweile, noia, désoeuvrement. Tedio, aburrimiento. “Energías que se deterioran y se convierten en rutina a medida que aumenta la entropía”. “Los movimientos repetidos o la inactividad suficientemente prolongada segregan un veneno en la sangre y producen un ácido letargo” (Steiner, G)

Estamos detenidos en el tiempo. Nos hemos quedados congelados, como si una blanca nieve nos enfriara la voluntad mientras una pesadez que agobia nos produjera un sueño inevitable. Estamos parados antes un abismo profundo ¿saltamos o caminamos hacia atrás buscando un nuevo camino? El problema es que no hacemos nada.

Nos quejamos, siempre nos quejamos. Las cosas no van como nos gustaría. Algo está mal o todo está mal. ¿Y qué hacemos para solucionarlo? Nuevamente, nada. Esperamos que héroes de papel vengan al rescate. O ya ni siquiera eso. Parece que se espera a la muerte, a la muerte mental, no física, esa es menos dolorosa.

El Ser ha quedado suspendido en una monotonía cómoda y segura. Seguir vivos ya no es caminar hacia adelante, es quedarnos de pie en donde estamos y que por encima de nosotros pase lo que tenga que pasar, pero que no nos toque, que no nos moleste, y si lo hace, entonces que no nos demos cuenta, así no tenemos que esquivarlo, enfrentarlo o aprehenderlo.

Si algo va a suceder, que no sea conmigo, que no me afecte.

Pero es mentira.

No somos una isla. No eres una isla. Eres tú y los otros. Tú y tus circunstancias. Tú y un remolino citadino que te alza y te empuja, te arroja, te recoge, te deja caer y te levanta. O te mueves o te mueve, no hay manera de no verse afectado por él.

“Cuando nos toque morir, moriremos sumisamente. Y en el más allá, diremos que sufrimos, que lloramos, que hemos conocido la amargura. Y Dios se apiadará de nosotros. Y viviremos una vida de radiante alegría y felicidad, y veremos esta vida de infelicidad con dulzura, y sonreiremos. Y en esa vida, descansaremos” (Tío Vania. Chejov, A).

No.

No creo que así sea, no creo que así funcione. No lo creo. Es aquí donde hay que estar. El futuro está en la Tierra. En el más allá hay…No sé que hay más allá. Hoy no me importa que hay más allá de este acá. Hoy tiene que importarnos el acá. Que el tedio que invade las almas grises de quienes creen haber perdido las esperanzas se esfume con la luz del nuevo día.

Somos.

Estamos.

Aunque no parezca.

Somos nosotros, los que acá estamos, los únicos con el poder de hacer algo por la Tierra en la que vivimos. Hay maneras de hacerlo.

Steiner dice: “El artista se convierte en héroe”. La palabra podría ser el arma. La pintura, el teatro, la música. Ellos sirven para decir. Se puede empezar por decir, por la palabra, por el verbo. Verbos activos. Basta de lo pasivo.

Que lo muerto, en todo su sentido, sea el fin de esto e inicio de lo desconocido. Que no sea la solución a lo vivo que está maltrecho. Yo creo que tiene solución.

Nunca, nada, vacío, tedio, son palabras muy feas. Al menos por hoy.

Airam Liscano Inaty.



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